jueves, 21 de agosto de 2014

SABER ASIMILAR BIEN LOS FRACASOS.

Pienso que una de las debilidades del ser humano es la de no saber asimilar bien las derrotas, los fracasos, los errores. Y esa dificultad le lleva algunas veces, en la necesidad de superarlos, a buscarles justificación o verles algún lado positivo.
Porque cuando van como la seda, cuando se tiene suerte en la vida, no se requiere de ningún aprendizaje previo para adaptarse perfectamente a la coyuntura feliz.
Parece, entonces, que esa experiencia de hechos negativos sólo sirve para asumir mejor la presencia de nuevos percances negativos.
No se ha de negar el hecho, la evidencia, la debilidad o la mala fortuna. Pero sí debemos analizar con objetividad cómo nos ha afectado, cómo nos ha marcado, en qué nos ha condicionado, qué cambios ha supuesto en nuestras vidas. Y todo ello sin recriminaciones, desde luego. Lo hecho, hecho está. 
Pero si los efectos han sido dolorosos, negativos o desestabilizadores, no vale escudarnos en el lenguaje y soltar eso de “me he hecho más fuerte”. Puro autoengaño. Porque esa fortaleza no se necesita para lo bueno, sino sólo para afrontar mejor un nuevo descalabro. ¡Vaya negocio!
Yo sí que me arrepiento de algunas cosas que he hecho; pero aún más, infinitamente más, de las muchas que he dejado de hacer. Pero lo que no haré, nunca, es minimizarlo tras una frase hecha, filosófica, como mucha gente hace.