Amar a un ser humano es aceptar la oportunidad de conocerlo
verdaderamente y disfrutar de la aventura de explorar y descubrir lo que guarda
más allá de sus máscaras y sus defensas; contemplar con ternura sus más
profundos sentimientos, sus temores, sus carencias, sus esperanzas y alegrías,
su dolor y sus anhelos; es comprender que detrás de su careta y su coraza, se
encuentra un corazón sensible y solitario, hambriento de una mano amiga,
sediento de una sonrisa sincera en la que pueda sentirse en casa; es reconocer,
con respetuosa compasión, que la desarmonía y el caos en los que a veces vive
son el producto de su ignorancia y su inconsciencia, y darte cuenta de que si
genera desdichas es porque aún no ha aprendido a sembrar alegrías, y en
ocasiones se siente tan vacío y carente de sentido, que no puede confiar ni
siquiera en sí mismo; es descubrir y honrar, por encima de cualquier
apariencia, su verdadera identidad, y apreciar honestamente su infinita
grandeza como una expresión única e irrepetible de la vida.