lunes, 19 de enero de 2015

DISFRUTEMOS DE CADA SEGUNDO.

Nos empeñamos en hacer de cada día un reto, convirtiendo el camino en un sendero doloroso que no disfrutamos, porque pretendemos disfrutarlo al llegar a la meta. ¡Ah, la meta! Cuando llegamos a ella, el tiempo pasa tan rápido que nuestra felicidad solo dura unos pocos segundos y de nuevo nos encontramos en el revuelo cotidiano de que “la vida es una lucha constante”.
Me pregunto, ¿Por qué insistir en no disfrutar de todo lo que somos y hemos logrado? ¿Por qué tenemos que llenarnos de límites y temores? ¿Por qué sentirnos incapaces de lograr lo que añoramos? ¡Estamos hechos para superar los obstáculos, para iluminar donde haya oscuridad, para demostrar que no existen los imposibles! Bien lo dice una reconocida frase “La felicidad no es una meta, es el camino completo”.

No seamos espectadores de nuestras propias vidas, tomemos con orgullo nuestro protagonismo porque somos los únicos dueños de cada paso. Necesitamos una dosis de optimismo, de positivismo, de vida… Ir por ahí siempre sintiendo pesados nuestros pasos, no debería ser a los que estemos acostumbrados.
 Y es que la cuestión no es solo vivir, es aprender a vivir; aprender a disfrutar de ese segundo en el que abrimos los ojos y tenemos todo un día para ser felices, para amar, para sonreír, para ser mejores, para sentir.