Las Puertas de la Vida, sean unas u
otras en la cuáles entremos, sea un destino u otro el cuál nos haya
tocado experimentar, ambas se encontrarán al final del camino; y el
camino dependerá de la actitud que hayamos tomado ante la vida, ante sus
caminos misteriosos e inciertos, la única certidumbre que poseemos es
la determinación con la cuál enfrentamos cada uno de los obstáculos que
nos tocó experimentar. El ser conscientes de nuestros errores y
aciertos, el tener la capacidad y voluntad para corregirlos, el dejar de
quejarnos y autocompadecernos por el destino que nos tocó experimentar
para que alguien se compadezca de nuestro dolor, y tener el pretexto ideal
para dejar de crecer y enfrentar nuestros temores y prejuicios, por el
deseo de sentirnos dependientes de alguien que nos resuelva la vida, si
logramos vencer nuestra soberbia y controlar el ego, el camino de la
vida será menos accidentado, más pleno; la libertad está en aceptar y
enfrentar la vida como se nos presente, estando alertas y cautelosos
para dar pasos firmes y seguros y en esa seguridad tener la certeza de
cuál puerta es la que debemos abrir para aspirar a consolidar nuestras
metas anheladas.