jueves, 25 de septiembre de 2014

NUESTRA ENERGÍA VITAL.

La frenética actividad a la que muchos de nosotros estamos sometidos suele desgastar por completo nuestra energía vital. Y, a menos que aprendamos a recuperarla, solemos vivir de forma inconsciente, cayendo en las garras de un peligroso círculo vicioso. No en vano, en este estado funcionamos con el piloto automático y somos guiados por nuestro instinto de supervivencia, cuyos rasgos más distintivos son el egocentrismo, el miedo, el victimismo y la reactividad emocional. Es entonces cuando, saturados por el malestar, muchos concluyen que el negro es el color de la existencia o que hemos venido a este mundo a sufrir.
 Pero nada más lejos de la realidad. Al igual que cargamos el móvil cuando se le agota la batería, los seres humanos podemos cargarnos de energía, y no solo por medio de la meditación. Si bien cada ser humano es único, a todos puede beneficiarnos el ejercicio físico, la naturaleza y el baile, así como quedar con personas alegres y positivas e incorporar en nuestra dieta alimentos más sanos y naturales. El reto es encontrar el equilibrio entre la actividad, el descanso y la relajación.