Aún habiendo muchas emociones humanas que pueden ser muy fuertes, como
el miedo cuando llega al pánico, “hervir la sangre” y enamorarse son dos
experiencias humanas profundas y tremendas. Y sin embargo hay muchas
personas que no han vivido ni la una ni la otra. Desde luego, esas
personas no pueden tampoco comprender estas emociones, ya que por no
haberlas vivido no pueden tener la empatía necesaria que les permita una
comprensión real de las mismas.
Lamentablemente, quien nunca se
ha enamorado ni nunca ha sentido que le “hierve la sangre” no ha vivido
lo más humano. Va mucha gente por ahí viviendo una vida “tranquila”, con
exceso de racionalidad, y desconectados de si
mismos. Una vida gris, una vida “light” en definitiva. Y por cierto, sin
la energía suficiente para emprender las grandes tareas que nos demanda
la vida, como conocerse a sí mismo, o intentar ser mejor.Se
valora en exceso la tranquilidad, y se confunde tranquilidad con
serenidad o con armonía interna; pero son estados muy diferentes. La
tranquilidad absoluta es la muerte, la inacción. Quien no se ha
enamorado, o nunca le ha hervido la sangre, casi puede decirse que no ha
vivido. O al menos no plenamente. No se trata tampoco de ensalzar o
promover una vida que solamente busca pasión y la intensidad en todo,
que tampoco es normal. Pero sí es necesario no desligarse de lo humano,
de la experiencia, y en esto se incluye desde luego las grandes
emociones. Es precisamente en las emociones donde está la energía y la
fuerza del ser humano, la savia de la vida.