El autocontrol puede definirse como la capacidad de mantener una
conducta apropiada frente a situaciones críticas, sin dejarse desbordar por la emocionalidad o los impulsos. En otras palabras, es
mantener la capacidad de pensar en momentos en que somos impactados por
algún evento que influye en nosotros y que despierta una emoción fuerte,
como podría ser miedo o el nerviosismo. Lo opuesto al autocontrol es la
impulsividad y el descontrol emocional, y que alteran nuestra capacidad
de razonar.
Siempre se ha dicho que una buena técnica para el autocontrol es "contar
hasta diez". Y es cierto; pero no es fácil, porque cuando necesitamos
contar hasta diez es porque la emoción ya nos ha invadido. Aún así es un
buen sistema. Pero mejor todavía, es aprender a poner cierta distancia
psicológica entre uno mismo y la situación que se está viviendo, es
decir no dejarse tragar por ella. Poner el énfasis en el momento que
comienza la emoción y aprender a no tomar las cosas de una manera tan catastrófica.
También es muy útil dominar alguna técnica de relajación. Básicamente,
estas técnicas se basan en un trabajo con los músculos, en soltarlos
en el momento en que sobreviene la emoción perturbadora. Al soltar los
músculos la emoción se disipa en parte, y el cerebro puede retomar su
capacidad de pensar. Por otra parte, tampoco se debe pensar que el
autocontrol emocional óptimo es aquél que nos hace no sentir emociones.
Si por ejemplo no sintiéramos miedo frente a ciertas situaciones, no
podríamos sobrevivir. En definitiva, el buen autocontrol se desarrolla
cuando emociones y mente logran funcionar de una manera armónica e
integrada en una persona.