Pienso que este mundo es el lugar donde debemos construir nuestra
vida, sabiendo que el intento no estará jamás libre de obstáculos. No
tenemos una coraza contra el sufrimiento, así que inevitablemente
estaremos a merced de ciertas circunstancias que nos harán padecer y
sentirnos infelices. Pero eso no debe rendirnos. Porque hay una vida que
vivir, una vida particular en el alma de cada uno. Deberíamos
aprender que el mundo es un campo de batalla donde se prueban los
corazones de los hombres; un campo de prueba donde debemos aprender a
ser hombres de verdad, tomando lo bueno para nuestra alma, y desechando
lo malo de ella. Al final de esa lucha, se sabrá quién es el que triunfa
y quién el que fracasa; quién el que es digno de ser recompensado, y
quién no.
El resto es vanidad; pura vanidad. La buena ropa, el atractivo coche,
la gran casa; en fin, el dinero y el placer desordenado de los sentidos
es pura vanidad, porque todo ello no sirve para mejorar un ápice el
alma. Todo eso no debe constituir nuestro primer y más valioso interés,
porque es un engaño. Hay que poner las cosas en su justo sitio.
Y sin amor es imposible vencer. Esta es una gran verdad. No lo digo
porque sea yo una persona que haya amado demasiado. Pero mi
experiencia me ha enseñado que, a menos que uno abra su corazón a los
demás, en una muestra de solidaridad y comprensión humana, y que sea
vuelva un abnegado de la vida, reconociendo que es imposible mejorar sin
el contacto con otras personas, no podrá experimentar el crecimiento
necesario de sí mismo, ni por tanto sentir que está aprovechando la
vida, que la está viviendo. Y entonces verá cómo transcurre veloz el
tiempo, y se dirá absorto: ¡Qué rápido pasa el tiempo!…