Mientras más complejos y adversos son los momentos y circunstancias que
vivimos, más importante se hace la necesidad de no perder el rumbo ni la
esperanza. Por experiencia propia comprendo lo que esto significaría y
coincido que, en ocasiones, todo parece que se nos cierra y no logramos
ver la luz en el horizonte. Esencialmente, también estoy de acuerdo con
una frase que decía :
"Aquí radica el
verdadero valor de la Historia: no olvidar para no perder el rumbo; para
no perder la esperanza" (Iván Pérez Carrión). Cuando perdemos el rumbo,
se resiente nuestra fe y la esperanza puede desvanecerse. Sobre todo,
cuando las adversidades y los estancamientos persisten en el tiempo y se
manifiestan en una cadena que se nos hace interminable. Es lógico que
así ocurra cuando, además, las coyunturas se desbordan de hechos que nos
dañan y nos amenazan. Hay fuerzas del mal que se sitúan por encima de
los límites del tiempo, hay quienes no comprenden que lo que acaece en
la vida se enmarca dentro de los espacios de un tiempo que no es
infinito para esas circunstancias ni mucho menos para las personas que
así piensan, porque todo está en movimiento hacia el futuro, los seres
humanos nacemos, crecemos y morimos inexorablemente. Otros consideran
que los marcos de referencia en que se desenvuelven son determinados
únicamente por lo establecido que se hace inamovible, porque siempre ha
sido así, o porque se fundamenta en condicionamientos que sobrepasan lo
que es temporal. Estas podrían ser concepciones muy peligrosas que nunca
deberíamos permitir que se adueñaran de nuestras conciencias, porque el
vacío de vida que por sus esencias propias podría embargarnos y frenar
nuestra voluntad para seguir adelante, dañaría sensiblemente nuestra
convicción sobre la importancia del movimiento y del cambio como
dinámicas esenciales que dan salud y alegría a la existencia. La vida es
un don y un derecho inalienable que nadie debería menoscabar y el
disfrute de ese don depende mucho de nuestra voluntad de ejercerlo, de
no entregarlo nunca y de defenderlo con todas las fuerzas que nos sean
posibles. De ahí la importancia de no perder el rumbo de nuestras
acciones, de nuestro quehacer diario por muy sencillo o pequeño que nos
pudiera parecer.