viernes, 8 de noviembre de 2013

LA ESPIRITUALIDAD.

 Para ser espiritual no hay que enclaustrarse en un convento ni alejarse del mundo o sepultarse en una tumba, ni apartarse de los otros...

Para ser espiritual no es necesario hacer milagros
ni realizar cosas extraordinarias como levitar o leer la mente o magnetizar o hipnotizar...

Para ser espiritual ni siquiera hay que ser religioso o devoto ni siquiera practicar una religión o beneficiarse de un guía o un Maestro...

Para ser espiritual no hay que ser idílico ni elevado, ni místico  ni idealista, ni ajeno a temas considerados mundanos como el sexo, el alimento o el dinero.

Para ser espiritual no hay que ser nada de eso...
porque lo sagrado no es algo separado, diferente o ajeno a la vida cotidiana. La espiritualidad no depende de la experiencia religiosa, pues es propia de todos los seres humanos. Hace parte del patrimonio humano. ¿No nos dice san Juan: "La Palabra es la luz que viene a este mundo a iluminar a todo hombre?" Todo ser humano que camina, mediante sus acciones, mediante su praxis, hacia la verdad auténtica de su ser... encuentra esta luz. Y así es espiritual.


La espiritualidad y la acción van juntas.
La espiritualidad le da sentido a nuestras acciones cotidianas, y éstas le dan una finalidad a nuestra espiritualidad.

Lo espiritual es una actitud de confianza en lo profundo de todo ser humano, en aquello que, en cada persona, le sobrepasa; en aquello que  permanece abierto a un más allá de lo humano, pero en lo profundamente humano.

Ser verdaderamente espiritual es saber que Dios vive en nosotros siempre... y no únicamente en ciertos momentos llamados "espirituales". Y, sobre todo, saber que eso tiene que impulsarnos a actuar, a colaborarle para que nuestra vida y el mundo sean cada vez mejores.

Ser verdaderamente espiritual es sentir que todo es sagrado ... y actuar en consecuencia: respetando y valorando, dando y recibiendo.

Significa, simplemente, saber que eres valioso y sagrado… y dar gracias por ello, y actuar para que ese valor se refleje en tu vida cotidiana. Ser espiritual, es por eso, también, ser coherente.
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